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Opinión. Por qué hay que tomar como una
verdadera crisis a la escasez de agua
Pablo Mercuri
lanacion.com.ar
Durante los últimos años, el cambio del clima ha generado tanto en la
Argentina como en todo el Cono Sur, escasez en la oferta y disponibilidad de agua. Esto es
debido a fenómenos climáticos que ocurren en diferentes escalas de tiempo. Y provoca que
en varias regiones ya exista una competencia por su uso entre diferentes producciones,
limitaciones en los rendimientos de los cultivos o incluso dificultades para el acceso al
agua en cantidad y calidad para numerosas poblaciones. La crisis por la escasez del agua
es la mayor amenaza natural que esta´ sufriendo nuestro territorio. Todo el Oeste de
nuestro país presenta una alta dependencia del agua para el desarrollo de valles
agropecuarios productivos. Hace casi dos décadas tenemos déficit gradual y continuo de
la cobertura de nieve en cordillera, fuente de agua para la población, el riego y la
minería.
En Chile se ha instalado el concepto de mega sequia para este fenómeno ´regional que
continúa agravándose. El centro húmedo y subhúmedo argentino está sometido a una alta
variabilidad climática, con situaciones extremas de excesos y déficit, favorecidas por
eventos interanuales generados por forzantes oceánicos como El Niño y La Niña.
Durante los últimos años esta área del país transita un ciclo seco con precipitaciones
anuales menores a la media histórica. También se visualiza una disminución de los
cuerpos de agua en superficie y una mayor profundidad de la napa freática.
En territorios patagónicos hay ecosistemas exhaustos al borde de la desertificación. La
falta de agua limita las iniciativas para evitar la degradación y para promover procesos
de restauración. Sobre el este del país, en la Cuenca del Plata, el río Paraná
presenta un abrupto cambio en su régimen hídrico.
Una pronunciada y prolongada bajante por tercer año consecutivo afecta la eficiencia
logística de nuestro principal nodo exportador y reduce la superficie de humedales y
reservorios en cinco países. Referentes científicos suelen indicar que estas situaciones
extremas ya ocurrieron, que son cíclicas, que hubo otros récords históricos. Pero los
fenómenos de la naturaleza, debemos sobre todo medirlos por sus impactos
socioeconómicos. En esa dimensión, el riesgo y la vulnerabilidad, la dependencia del
agua se incrementa año a año debido a la mayor densidad de la población y la
intensificación de los sistemas de producción.
Techos productivos
El agua es hoy el factor limitante para la producción agropecuaria. Define los techos
productivos en cada campaña, y más aún, es en gran medida la que asegura ingresos de
divisas a la macroeconomía argentina. Los comportamientos cíclicos del clima volverán a
traernos años con lluvias abundantes como ocurre en los años El Niño.
Por eso, gestionar el agua en los años de exceso, almacenarla, es para el sector
agropecuario equivalente a guardar divisas en el Banco Central. Adaptarnos a los efectos
del clima es algo que hacemos hace tiempo, desarrollando variedades resistentes a estrés
hídrico, mejorando la eficiencia en el riego, creando nuevos sistemas de labranza,
rotaciones con gramíneas, inclusión de cultivos de cobertura, e incluso promoviendo el
diseño de un satélite, el SAOCOM, para disponer de información sobre la humedad de los
suelos, entre otras aplicaciones.
Entonces, ¿por qué nos encontramos ante una situación de alerta? En líneas generales
se debe a que los cambios están ocurriendo de manera más rápida y abrupta que las
innovaciones para el uso eficiente del agua, la adopción de nuevas tecnologías o las
inversiones para la gestión hídrica superficial. Tendemos a mirar lo que ocurre en
escalas pequeñas, a nivel de un lote, en un embalse, un paisaje.
Sin embargo, si miramos toda la región sur de Sudamérica se observa que el impacto de la
escasez del agua se repite en muchas regiones y se manifiesta con diferentes modalidades,
frecuencias y períodos de tiempo. Es necesaria una mirada estratégica que promueva
acciones institucionales públicas y privadas más robustas e integrales. Acciones que van
desde mejorar el almacenamiento del agua en los poros del suelo hasta la gestión integral
de las cuencas.
No menos importante es generar más conocimientos y fortalecer las redes de medición para
el análisis de la evolución de este elemento vital y para elaborar proyecciones futuras.
El agua motoriza el desarrollo sostenible. Es nuestro mayor activo natural, y por eso
debemos pensar en términos de gestión precisa del agua y no de uso. Asegurar su
disponibilidad en cantidad y calidad, con equidad territorial, dignifica nuestro estilo de
vida y el de futuras generaciones.
El autor es director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA
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